No sé qué recono pasa por mi imaginación en estos momentos: son tantos los pensamientos que en ella se atropellan oyendo de todas partes y a todas horas la palabra loco… loco… que no puedo coordinar ninguno.
¿Estaré loco en verdad? Reflexionemos.
¿Qué es la locura? Generalmente oigo llamar locos a las personas que perdieron alguno de los órganos intelectuales: razón por la que no pueden coordinar las ideas que acuden a su inteligencia: ¿estaré yo en igual caso? No debe ser así, por cuanto mis superiores no se quejan de faltas que por necesidad debiera cometer en todos mis actos: luego no es locura general: tal vez pretendan que lo sea… Busquemos por otra parte.
Mas… ¡Ah!… también les dicen locos los Materialistas ateos a los Deístas, los Romanos a los Luteranos, Masones, Mahometanos, Budhistas, etcétera, y estos a ellos: pero es el caso que yo no pertenezco a ninguna clase de todos ellos y, no obstante, todos me dicen loco, loco, loco; y para más quererme convencer, dicen y afirman que, cuando todos dicen ha de ser verdad, porque la voz del pueblo es voz del cielo; lo que consideran razón bastante sólida para no querer entrar en discusión filosófica y teológica conmigo, con lo cual me obrarían caridad probándome la real locura; mas con la negación me demuestran que tales sabios todos son terrenales, puesto que no conocen el lenguaje de alma: además, recuerdo haber oído decir que de la ignorancia sale la terquedad y de los grandes conocimientos de las cosas la firmeza de las mismas, y que el asunto filosófico y teológico natural es dado a conocer a tan pocos, como pocos son los sabios en verdad.
¿Acaso me decís loco porque mis maneras de vivir y hacer en la Tierra, no cuadran en lo mundano como cuadraron con las vuestras? Sea en buena hora; mas no puedo seguir imitándoos, porque habiendo comprendido que mi vitalidad pertenece a otro mundo distinto, distintas deben ser mis maneras de vivir en este, respecto a lo Moral intelectual.
Vosotros, sujetos a la tierra, ella misma os obliga a ser terrenales en todos conceptos.
Yo solo estoy obligado en la parte material y sus leyes; por eso la vanidad, la hipocresía y el egoísmo mundanos debo separarlos de mí cuanto más lejos: mientras vosotros no podéis vivir sin ellos para poderos engañar unos a otros, puesto sin adulación os es imposible la vida.
Vosotros estáis obligados a usar la Moral formada por los hombres, faltando a la Moral natural: yo debo mirar a la primera porque en la Tierra habita mi cuerpo, mas no debo faltar a la segunda, por cuanto la vitalidad pertenece a otra parte.
Vosotros habéis formado toda vuestra felicidad en la Tierra; y como sabéis que esta os es imposible sin dinero, para obtener con él los goces sexuales y de la vida etc., etc., todo vuestro pensamiento lo fijáis en los medios de obtenerlo, sean cuales fueren, haciendo caso omiso de que vuestros semejantes, menos afortunados (según vosotros), perezcan ante vuestras ambiciones, creídos de que eternamente podréis hacer lo propio, mas cuando alguna vez llegáis a pensar en lo que llamáis muerte, os entristecéis de miedo y os causa gran dolor el recuerdo de que aquí queda terminada toda vuestra ambición y felicidad.
Yo he formado la mía fuera de la Tierra adonde paso mis ratos felices, cuando los cuidados materiales pertenecientes al cuerpo no me molestan, pero felices en verdad, porque he procurado acaparar mis riquezas, en donde no he de tener temor de que me las roben; y en vez de temer y maldecir a lo que llamáis muerte, la suplico llegue tan pronto como yo haya concluido mis locuras (según vosotros), sin preocuparme las riquezas de aquí porque todas van conmigo, y las que antes fueron me producen grandes rendimientos.
Vosotros tenéis amontonados vuestros intereses aquí a donde a menudo hacéis vuestras visitas y en ellas recibía goces de vanidad y grandes disgustos a veces.
Yo también las hago y gozo sin disgustarme, porque en aquel país no cabe la maldad y, por lo tanto, el que es rico goza de sus riquezas, sin quebranto alguno.
Vosotros tenéis miedo a que yo ni otro alguno que no sea interesado en vuestras riquezas, las vea por temor a que os las roben. Yo os convido a todos a que toméis descanso en la morada de mi propiedad hasta recuperar vuestras fuerzas, para que podáis continuar vuestra marcha cuando salgáis de la Tierra y os dirijáis al Sol como pueblo de vuestra verdadera naturaleza.
Vosotros, como sabios y muy cuerdos, habéis hecho muchas leyes para poderos gobernar y vivir a vuestro estilo: pero son tantas, con tantos libros, capítulos, artículos y considerandos, que no he hallado ninguno capaz de comprenderlas todas, ni menos poderos entender.
¿Y qué me decís de vuestros códigos penales, con su pena de la vida?
Pues las leyes que rigen el país de nuestra vitalidad tiene por todo capitulado y articulación, etc., tres palabras, que son: Amor, Paz y Caridad; y como falta a ella otras tres, que son: Egoísmo, Orgullo y Vanidad; y por Código una sola pena que es la de no poder permanecer en el país, por lo cual los desterrados mandándolos entre vosotros; no hay otra pena, mas tampoco perdón ni indulto.
¿No es verdad, señores cuerdos y sabios a la moda terrestre, que nuestras leyes y códigos son más fáciles de comprender con tan pocas palabras, que las vuestras con tantos libros, artículos y considerandos? Sí, pero más difíciles de embrollar, como más abreviadas para juzgar, y lo prueba el que todos vuestros libros, capítulos, artículos y considerandos están en nuestras tres palabras, como os lo vamos a probar. Nosotros comprendemos por orgullo desde la falta más insignificante de respeto mutuo y abuso de fuerza entre personas, hasta lo que llamáis asesinato.
Comprendemos por egoísmo todo lo que vosotros entendéis por robo, innecesario para la vida, más y con mayor gravedad al que roba el libre albedrío en la cuestión moral o pretende apagar la luz intelectual o del alma, por cualquier medio que fuere. Comprendemos por vanidad toda ostentación de cualquier clase que fuere.
Nuestras leyes y defectos nunca se esconden, todos las ven y saben comprender cuando han tomado posesión del país y se les ha introducido en el único colegio que existe, porque todos llevan el nivel regulador en la conciencia, que dice: No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti, pero haz con todos tus semejantes, como quisieres harían contigo en iguales circunstancias, medio infalible para no poderse equivocar.
Como quiera que el mencionado colegio, estudio o como queráis llamarlo, está abierto para todos los que estudiar quieren la Ley justa, también vosotros habéis tenido y tenéis cabida en él, y por ley de Naturaleza y Amor divino lleváis también el nivel regulador en la conciencia, que os llama al cumplimiento de la Ley cada vez que pretendéis faltar a ella. ¿Por qué no acudís a la llamada?, porque apasionados por las cosas de la Tierra, no queréis oír lo que más os interesa.
Vuestro orgullo de sabios, aunque ficticios, os hace comprender que la naturaleza no ha de guardar secreto alguno a vuestro saber, y tenéis razón en parte; la naturaleza ni su Autor no guardan secreto alguno por sus Atributos de Amor y Bondad, mas por el de Justicia no podéis comprenderlo hasta que vosotros dejéis el orgullo y egoísmo que os domina, y si esto hubierais dejado, recordaríais que en el colegio de los seres corpóreos Fluídicos se encierran todos los estudios en conocer las cosas todas, arregladas al nivel más exacto cual marca el disco solar, puesto que es la procedencia de vuestra vitalidad y la mía y nos indica que no podemos penetrar en nuestra verdadera patria, hasta que cumplamos el encargo que recibimos cuando de allí salimos, que es el siguiente: Amor, Paz y Caridad te encomiendo con todos tus hermanos; no volverás a mi lado hasta que así hayas cumplido: llevas contigo libre albedrío.
Que vulgarizado es: cumple cuando quieras, en dónde y cómo te dé la gana; pero hasta que haya superado lo bueno a lo malo en beneficio de tus semejantes, no volverás a mi lado; porque esta Justicia es inmutable e infalible.
Y, en efecto, en el país de nuestra vitalidad se reconoce esta Justicia, porque desprendidos de las pasiones y rencores en su mayor parte, llegan todos con facilidad suma a comprender la verdadera razón; mas los que no han alcanzado posibilidad de habitar allí y tienen que volver a la Tierra, les cuesta gran trabajo recordar tales estudios, por dos razones:
La primera es que, al tomar encarnación o reencarnación en la Tierra, quedan turbados los seres por la fuerza de la materia que se asimilan.
Segunda, la educación contradictoria que recibe todo ser al despertar del letargo que le causa la maternidad, el cual es bastante pesado y muy inverso de lo que sucede cuando tomamos encarnación en mundos elevados.
Aquí olvidamos la parte moral que adquirimos allá; allá olvidamos toda la parte material que aprendimos aquí.
Pero hay más; los que van a tomar reencarnación allí, llevan la ventaja de que cuando despiertan del letargo maternal, todos sus semejantes son bastantes caritativos para enseñarle y dirigirle por la senda de la Ley, y pronto se halla él mismo capaz de dirigirse por sí solo, sin grandes entorpecimientos, para el bien común de todos.
¿Pero qué hacéis los terrenales? Todo lo contrario.
Desde el momento que el ser deja la cárcel material, todos y sobre todo los que se llaman sus padres, les enseñan a ser criminales; crímenes que vuestras leyes no han precavido todavía como hechas por los hombres de la Tierra y, sin embargo, no tardarán el precaverse de ello los legisladores.
Dice vuestro lenguaje que lo que se mama nunca se olvida, y que el árbol debe educarse desde su tierna edad; todo os lo ha enseñado la experiencia; pues bien: bajo estas verdades no será difícil que conozcáis la que tan olvidada tenéis.
Los padres y las madres de la Tierra que empiezan por complacer a sus hijos en todas sus exigencias, sin considerar que no los podrán complacer si un día les piden la luna o un astro cualquiera; pero si el objeto que desea el pequeñuelo se halla en manos de otro de su clase, no tiene reparos en aconsejarle se apodere de ello. Por razón terrenal, la madre del que posee el objeto aconseja al suyo que lo defienda, porque es suyo; con lo cual las madres quedan tan satisfechas al ver las hazañas de sus hijos. Los padres que tal camino emprendieron no pueden retroceder, porque la pasión embrutece sus sentidos y se conforman con decir: pronto lo llevaremos al colegio y el profesor lo corregirá; llega ese tiempo, se entrega el educando al profesor con facultades limitadas; ¿cómo podrá cortar las raíces de los vicios adquiridos en el pecho de la madre? Podrá conseguir que a su presencia no se ejecuten las maldades y que el manto de la hipocresía los encubra momentáneamente, mas salido el niño del aula se reproducen con más saña, porque aparece cobarde a los ojos de sus padres que le enseñaron a ser orgulloso; crecen los órganos materiales con los vicios que mamaron; el orgullo no le permite ceder su amor propio a otro orgulloso como él; ¿y cuáles son los resultados? La cárcel, el presidio o la pena de la vida; ¿y no es verdad que al orgullo no pueden faltar sus compañeros el egoísmo y la vanidad? ¿No es verdad, también, que si desde la más tierna infancia dirigierais el árbol de otro modo, podríais evitar muchos males? Comparad esto con lo que ocurre en otros mundos ya mencionados y reconoceréis mis locuras.
Ya hemos dicho que vuestros legisladores no han tomado en cuenta tales crímenes, por más que estos y los señores magnetizadores de verde conciencia, sean la causa del por qué se hallan en reclusión dos terceras partes de los reclusos que en la actualidad contienen los edificios destinados a tal fin; pero nos queda que hacer una pregunta importante, puesto que en el mundo de nuestra vitalidad, no creemos que el crimen concluya con lo que vuestras leyes señalan con pena de la vida.
Verdaderamente, el criminal concluye su deuda porque los hombres le obligaron a pagar con lo que tenía; pero para deshacerse los hombres de un criminal, han creado otro, puesto que al primero le fue arrebatado un cuerpo que por naturaleza le pertenecía. ¿Quién será el criminal en este caso? ¿Será el verdugo? Los sabios decís que no, por cuanto él solo cumple con lo que le manda la Ley; luego el criminal, ¿es la ley? Tampoco lo encontramos justo, por cuanto la tal ley es escrita y sancionada por los hombres; la letra no puede ser culpable por el solo hecho de hallarse escrita, puesto que es inmóvil. ¿Quién cargará al final con ese muerto?
Meditadlo un poco y calladlo…
No obstante lo expuesto, como el ser, con arreglo a los trabajos que haya practicado en el cumplimiento del mandato divino, recoge facultades para recorrer el espacio que se ganó; y como la parte esencial divina de que es dotado siempre reclama volver al punto de su procedencia, son varios los que cuando los cuerpos descansan(más vulgar, duermen) los hallamos en nuestro colegio alternando con los que no pertenecen a la Tierra y, por lo tanto, participan de nuestras locuras.
Allí ninguno se ofende con lo que llamáis palabras mal sonantes, ni otras que los hombres de la Tierra llamáis interjecciones sobre los Santos, Dios, etc., como no nos emocionan los llantos, oraciones, y pedidos a vuestro estilo, porque no oímos vuestro lenguaje, puesto que las palabras son materia y no pueden pasar de la Tierra: allí solo llegan los hechos que hacéis en pro y en contra de vuestros semejantes.
Nadie se cuida de los deberes de otro para perjudicarlo; todo inferior en escala luminosa es obediente al superior, y basta a este pensar una cosa para que el inferior la ejecute puntual y fielmente.
La pereza y la maldad para desempeñar los cargos que cada cual debe en beneficio de sus semejantes inferiores no se conoce, como no se conoce tampoco el ordeno y mando: todo es súplica y cariño.
Vosotros procuráis, en general, echar las cargas al prójimo y guardaros las ganancias; allí es al contrario, todos optan para los grandes trabajos sin mirar a las ganancias, satisfechos de que han de cobrar lo justo.
Vosotros tenéis por costumbre cargaros con riquezas que otros trabajaron, riquezas que cuando dejáis la materia terráquea, las dejáis aquí también y sólo podéis llevar el sello del oprobio, que os hace avergonzar cuando llegáis allí, como se avergonzaría el ladrón y asesino que sale de nuestros presidios, si se lo pusierais de hierro caliente en el rostro cuando sale a la calle; por eso es el miedo que tenéis a la muerte, y después de ésta os hacéis prófugos por temor de presentaros al Regentador del país de nuestra vitalidad a darle cuenta de vuestros actos, como juez y propietario del terreno que tenéis que atravesar cuando de la Tierra queráis salir; mas toda huida es inútil, porque cual vosotros tenéis en la Tierra guardia civil, policía, etc., para coger a los criminales y presentarlos a la Justicia, cárceles, etc., también nosotros tenemos hermanos que llamamos caritativos que os persiguen, y amarrados os presentan al Juez; se os juzga y condena al destierro que por vuestros modos de proceder os hayáis ganado, puesto que podéis quedar en la costra de la Tierra o pasar a su centro, único castigo que impone nuestro Código.
Y a propósito del centro de la Tierra, señores sabios deístas y científicos:
Los deístas habéis dicho que los profundos infiernos se hallan en el centro de la Tierra, en cuyo lugar está constantemente el fuego en actividad, mas no hay tal.
Es un lugar y vacío, donde sucedió ese caso en la primera época terráquea, hasta que se concluyó lo que llamáis paraíso terrenal en vuestras historias sagradas; mas cesó el fuego central porque las aguas de los mares penetraron allí, y habiendo llevado las mismas aguas gérmenes necesarios para la vitalidad de los vegetales, pronto tomaron también posesión los animales como preventivos unos y otros a recibir a los humanos que por su rebeldía al cumplimiento de la Ley de Amor, Paz y Caridad no podían habitar en otra parte alguna.
Los sabios terrenales habéis dicho que la vitalidad o espíritu del hombre, procede del animal, vegetal y mineral.
Tampoco estamos conformes.
Nosotros creemos sin temor a equivocarnos, que el hombre crea muchos objetos, necesarios para complacer a sus hijos; pero todos los crea materiales, y como falible que es, no sabe cuántos ni las clases de objetos que más le pueden convenir, quedándole el derecho de deshacerlos como los hace; mas el Creador de inteligencias es infalible, sabe lo que pueden necesitar sus hijos predilectos (los humanos) y creó el animal y vegetal para que lo sirvan en cuanto de ellos pueda necesitar por toda una eternidad, cada cual en su especie y sujetos todos a la Ley de naturaleza; recorren la pluralidad unos y otros, como lo demuestra el que los hallamos en todas partes con arreglo a la desmaterialización que alcanzaron; y el único punto donde más se animaliza es en algunas regiones del centro de la Tierra, que se hallan los troncos cabezas y brazos cual tenemos aquí; pero no las piernas, pues aunque marcadas forman la cola del pescado, la cual le sirve de remo para poder vivir anfibiamente por el tiempo que necesiten disfrutar de tal castigo.
Los habitantes de nuestro país se hallan exentos de tales males; allí solo hay un propietario que cuida de las provisiones de todos sus semejantes en todas las necesidades que puedan ocurrir, que como más etéreas las materias que las de aquí más escasas son aquellas.
Todos a su pensamiento obedecen, sin la menor réplica ni disculpa con la prontitud del rayo, como él obedece al Sol, de quien recibe iluminación y entendimiento para regir con toda Justicia; y uno de los mayores goces sobre los innumerables que tienen, es que se les den grandes trabajos, porque saben que con ellos adquieren riqueza luminosa, que es su única propiedad.
Allí no se conoce más religión ni más política que el cumplimiento de la Ley ya mencionada.
Allí se halla un libro en el cual tanto los de allí como los de aquí, tenemos nuestra cuenta abierta con el debe y haber; y todos cuando llegáis, aprendéis a leer y saber todos vuestros actos en pro y contra de vuestros semejantes, practicados desde que vinisteis a la Tierra, por los cuales (generalmente) vosotros mismos pedís el justo castigo que habéis ganado.
Los colores a que cada uno perteneció; categorías que desempeñó y cargos que obtuvieron, se hallan alternando con el ropaje del mendigo, miserias del desvalido y cadenas del presidiario, et., et., todo se halla igualado al nivel de lo justo manifestado por la riqueza de Luz que cada cual presenta; por eso los allí vivientes son más felices que vosotros, como vosotros sois más que los del centro de la Tierra.
¿Llamáis a todo lo expresado locura? Sí; pero es porque todavía no he probado lo bastante que vuestra razón está bastante enferma.
Ya he dicho y comprobado que todas las leyes de la Tierra están concentradas en las tres palabras de la Divina y, por lo tanto todos los hombres pueden llevar sobre sí la Ley y el Código que castiga las faltas que aquello cometa; ¿por qué no lo habéis adoptado ya vosotros? porque el egoísmo, el orgullo y la vanidad os han dominado (causas de todos los que llamáis males de vuestro mundo) pues a no ser por eso hubierais ya reformado vuestras leyes y códigos, entregando un ejemplar a cada cabeza de familia, haciéndole responsable de que sea leído ante la misma una vez por semana: de este modo cuando alguno quebrantara la ley, sabría el castigo que se habría ganado; cual sucede al soldado de vuestros ejércitos con las ordenanzas militares ¿sería posible el sostén compacto de los ejércitos sin ordenanzas? No; por eso tenéis gran cuidado de leérselas a menudo, recordándole los castigos que se gana por cada falta de insubordinación; mas no lo sabe el recluta hasta que se las han dado a conocer y las faltas que comete son atenuadas a la ignorancia; pues bien. Personas son los civiles como los militares; ¿por qué a los primeros castigáis inconscientes y a los segundos conscientes?… Meditad un poco, mas según la conciencia de los habitantes de nuestro país o sea de nuestra vitalidad, sólo sirven vuestros Códigos para castigar las faltas que cometan a la Ley o leyes materiales los que las hicieron, leyeron, sancionaron y estudiaron, puesto los demás sólo obran por instinto y con ignorancia.
En nuestro sistema de creencias intelectuales no caben pasiones ni rencores, la Ley es igual para todos sin subterfugio alguno; por eso nos entendemos con gran facilidad en nuestros jurados, mientras vosotros no llegáis nunca. Nuestros reos no pierden lo que llamáis tiempo, puesto son juzgados instantáneamente y conducidos al estudio o al destierro.
No existe la pena de muerte, mas tampoco el perdón ni el indulto más leve, sea quien fuere el reo, todos se ajustan al nivel más exacto de la justicia. ¿Son locuras las que nosotros practicamos?
Examinemos. Dios existe o no existe.
Tal cual suena esta palabra, no cabe duda que es hecha la pregunta a todos los sabios en general; pero habremos de dividirlos en dos clases de sabios; unos deístas y otros materialistas ateos.
En cuanto a los primeros declaran y juran que sí; en cuanto a los segundos declaran que no: ¿cuál de las dos partes tendrá la razón más sana?
Veámoslo.
Los primeros dicen que hay un ser con un saber infinito, como infinito es su Amor hacia los seres por El creados a su imagen y semejanza, así como su Bondad y Misericordia, pero que también su manera de obrar es justicia; y no obstante, declaran que nadie lo ve, que no podemos comunicarnos con él ni con nuestros semejantes que no son hombres, pero sí que puede perdonar El y en su nombre los sabios deístas, las faltas que los humanos cometen a la Ley Divina.
Hete aquí que nuestra razón encuentra en tal deísmo un cúmulo de disparates tan grandes que huelgan por lo absurdos.
Decimos disparates porque hemos buscado mucho entre los hombres y no hemos hallado ninguno, que teniendo amor a sus hijos haya dejado de enseñarle su propio lenguaje, ni se esconda por extraviado que el hijo haya sido, cuando sumiso volvió a la autoridad paterna, ni menos prohibir que con él se comunicasen los obedientes y sumisos; y preguntamos a los tales deístas ¿cómo es posible que vuestro Dios siendo tan bondadoso, haga cosas inferiores a las que hace el hombre, falible en todo momento?
Por nuestra parte y a pesar de habernos dado el título de locos, no podemos aceptar las impurezas de un Dios que en un principio nos habéis presentado tan puro y tan bello.
Los segundos se llaman ateos, porque habiendo desmenuzado la materia química, física y astronómicamente, creen haber hallado los fundamentos creadores de la naturaleza, sin procurar averiguar de dónde se surte ésta para la misma creación, y por ende no saben quiénes son ellos mismos, porque son hombres en la Tierra, ni a dónde irá a parar su propia inteligencia cuando la materia de que es compuesto su propio cuerpo se disgregue, pues les asusta el solo pensar que se quede en el acaso, y debemos preguntarles ¿creéis que con tantos trabajos sobre la materia son bastante para negar la existencia de un ser inteligente, Creador universal? No. Con todos los medios que esa misma naturaleza ha puesto a vuestro alcance, queda comprobada vuestra impotencia y orgullo.
Por medio de ellos habéis examinado de qué substancias se componen todas las cosas vitales; las habéis reunido todas según las especies, habéis formado los cuerpos, pero no habéis podido crear vitalidades como las cría lo que llamáis naturaleza, ni siquiera detenerlas y obligarlas a pasar a los cuerpos por vosotros creados cuando los naturales se disgregaron: habéis buscado en el espacio habéis hallado materia, porque con artefactos materiales os prohíbe la misma naturaleza que podáis hallar las esencias de su fecundación, cual son las vitalidades todas. Lo propio que os ha sucedido con su Autor, que halláis materia candescente donde no existe otra cosa que fluido inmaterial, pero inteligente en toda su pureza. Luego la razón que, sin averiguar las causas del por qué la naturaleza no le ha descubierto todos sus secretos, se decide a negar a su propio Creador, Inteligente, Universal; está cargada de orgullo y la misma carga le priva de tales conocimientos, como de creer que otras menos cargadas que ella puedan obtenerlos por Ley de Justicia.
En el país de nuestra vitalidad, todos reconocemos un Creador inteligente, universal, que por el Atributo de Amor crea seres a imagen y semejanza suya, para tener con quien comunicarse.
Por el de Bondad crea otros seres que llamamos animales y vegetales, para que sirvan a los primeros en cuanto de ellos puedan necesitar.
Por Misericordia y Caridad concede la comunicación entre los primeros como El mismo, para que los superiores sirvan de guía a los inferiores en la transmigración, porque todos hemos de pasar nuestra niñez dominando la materia primitiva que nos dio la forma de hombres que poseemos, y a los cuales debemos obediencia y sumisión en toda la parte moral; mas también reconocemos que por su Justicia nos Impone un Ley y una libertad para cumplirla cuándo, dónde y cómo nos dé la gana, pero no volveremos a Su lado hasta haberla cumplido, o sea hasta que nuestros hechos en beneficio de nuestros semejantes superen a los que pudimos hacer en perjuicio.
Reconocemos también que si al metro compuesto de mil milímetros (como medida usual entre materiales) se le quita una millonésima parte de milímetro no es el metro justo; luego si el ser Creador, Justicia infinita, perdona las faltas que cualquiera de los hombres cometiera a la ley Divina, no es justo; y sólo admitimos el perdón bajo la palabra “perdonas nuestras deudas como perdonamos a nuestros deudores, que es pasar por las penas que hicimos pasar; los hombres podrán perdonar las faltas que cometieron a las leyes creadas por ellos, mas en cuanto a la Divina, imposible, puesto que su Autor no puede deshacer los hechos.
Entre los hombres causa mucha admiración (y a nosotros nos causó) cuando se preocupan del por qué hay ricos y pobres, por qué blancos y de color, por qué bonitas figuras y feas, por qué señores y esclavos, etc.; mas a los habitantes de nuestro país no les causa ninguna, porque acuden al Libro Universal y ven con claridad las verdaderas causas de tales efectos, y muchas son las veces que nos compadecemos más de los potentados y de grande rango en la Tierra, que de los que van por ella arrastrando sus miembros por falta de salud, puesto en éstos vemos que su cuenta está próxima a ser cancelada y aquellos no se dan cuenta de ser deudores, porque son completamente terrenales e ignoran todo lo que pasa fuera de su tierra; mas ¡ay! ¡qué cambio se opera en ellos cuando por primera vez llegan a atravesar la atmósfera terráquea! Cuan grandes sufrimientos cuesta el recuerdo de lo pasado, puesto que se presenta toda la deuda atrasada y las delicias futuras acompañadas del nivel de lo justo, que no permite gozar de las últimas sin haber pagado las primeras: entonces es cuando muchos sabios y potentados pedís volver con toda humildad a sufrir y padecer hasta pagar, y hay quien pide tanto sufrimiento que no cabe poderlo sobrellevar con la resignación que la vitalidad se propuso antes de venir, cual veis a varios que se suicidan y maldicen su propia obra; feliz el que se conforma pues que en la misma conformidad se halla fuerza y valor para soportar la cruz hasta el Gólgota.
Nosotros reconocemos en el ser Creador la Justicia más exacta no solo en lo expuesto, sino en su presencia, como lo demuestra en que a pesar de ser visible para todo el mundo y prestar Su Luz y calor a todos por igual, solo lo reconocen y ven Su nivel los que por haber saldado su cuenta en su mayor parte se hacen dignos de ver, oír y comprender las cosas de la naturaleza y por El creadas; cual sucede a los hijos de los hombres, cuando vuelven sumisos y arrepentidos a la voluntad paterna.
¿Quién puede negar esta Justicia a la Divinidad? Solo los hijos depravados que, a imitación de los del hombre no pueden entender de los negocios de la casa paterna hasta que dejen la depravación: mas, ¿debemos dejarlo todo por ignorancia? No: puesto que conocemos dos tendencias a cual más egoístas.
Vemos en los deístas idólatras, que no satisfechos con haber creado imágenes personales de ciertos seres que llamaron santos y celebrar su festividad en los días de cada año, que también a Dios dedican uno representándolo con la imagen solar, por otro nombre la Custodia.
Vemos a los segundos (materialistas ateos), declarando terminantemente que nuestro sistema planetario obedece con toda exactitud al Sol central y, sin embargo se dicen anarquistas en su mayoría, equivalente a decir: somos más que los astros: no queremos obedecer a ninguno: queremos gobernar. Pero ¿a quién y cómo? ¿Quién querrá obedeceros, puesto que vosotros no queréis ser obedientes?
Mas viene un caso tercero que, sin decirse deístas, ni ateos y sí masones o librepensadores, nos presentan su luz o código que, aunque vulgarizado, encierra la Luz divina, pero que solo pueden conocerlo los que penetran en los centros de reunión masónica. Logias o como quieran comprenderse; mas es lo cierto que al penetrar se juran cumplirlo y reconocer al sol central como rey de los astros y fecundador de la naturaleza y, no obstante, nosotros hemos oído decir a varios de estos terceros sabios que las ciencias, separándose de la filosofía, harán grandes descubrimientos de la verdadera Luz, y que el Criador es la naturaleza. Por nuestra parte no creemos que la razón de los sabios que de tal manera cumplen sus juramentos esté en el normal estado de salud; porque de estarlo comprenderían que no es posible el uso ni conocimiento de ciencia alguna sin la filosofía, puesto que ésta es el lenguaje del alma: tales masones podrán serlo de nombre, por haber hallado cabida en alguna Logia terrestre; mas están excluidos de la Logia masónica efectiva, que no es terrenal.
La “Logia masónica cristiana espiritista Universal”, se halla fuera de la atmósfera terráquea, es pura y virginal, como lo representa su código presentado por las sucursales terrestres, y como tal, sólo son sus verdaderos hijos los que lo cumplen, los cuales, a pesar de hallarse en la Tierra, acuden sus almas a recibir el alimento que constantemente les da la madre Filosofía; los hijos depravados no pueden llegar a “ella” cual les marca el nivel, la escuadra y el compás, símbolo de lo justos que deben ser en todos sus actos.
Las Logias de la Tierra sólo son (hablando vulgarmente) sucursales, como lo que se llaman religiones deístas, como preliminares para labrar la piedra tosca, o sea aprender a filosofar; mas, por desgracia, en la mayoría de los hombres que por masones y religiosos se tienen, han creído que el desarrollo de la inteligencia es material; por eso aprenden un lenguaje que entre los que se creen masones les pueda servir materialmente. ¿Error grave! Tales seres quieren ser terrenales y lo serán; mas no masones.
Al penetrar en la Logia todos desean hallar la luz del alma y juran trabajar para hallarla; los que cumplen tal juramento labrando la piedra tosca, pronto son llamados a la “Universal”, donde resultan elegidos, reelegidos y pueden resultar elegidos entre los reelegidos:
Los que no lo cumplen quedan sujetos a nuevas reencarnaciones, ya en la costra de la Tierra, ya en el centro: El error de esta clase de sabios consiste en querer hallar a Dios con artefactos materiales, cosa imposible por más que no puede ocultarse. ¿Creéis que las vitalidades son materia? Error, por vanidad y orgullo. Las vitalidades son un fluido tan etéreo como imposible de apreciar con vuestros sentidos de hombres, por la poca materialización que contienen y cuya luz os turba la inteligencia, según Ley de Justicia, y las que veis con toda claridad las confundís con vuestro materialismo, cual hacéis con el Sol Central, que siendo todo un conjunto de vitalidades, las empeñáis en que es materia incandescente. Por tanto, señores sabios, podéis trabajar con todos los medios que la naturaleza os presenta, mas os prometo que, sin Filosofía Natural, no hallaréis esa Luz en Verdad.
Por tanto:
Examinada nuestra razón, que dicen los pretenciosos sabios estar perturbada o loca, y comparada con la de ellos, no podemos aceptar el dictado que nos han regalado. ¿Quién pues, podrá ser el juez de estas divergencias? Nosotros nombramos por tal a ese pueblo que ellos llaman ignorante, cuyo veredicto presentará a su tiempo al verdadero sentenciador, y para que pueda aprender el camino y llegar con toda prontitud, le damos la guía siguiente: ( Ver: “EL ESPIRITISMO Filosófico y Teológico Natural”)
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