⇐ La Unidad de las Iglesias Cristianas
La Paternidad de las almas, y la Fraternidad universal de los hombres, en este mundo, fue un punto básico en la evangelización de Jesu-Cristo; con el añadido del “crecer y multiplicar”, que apuntaba a la procreación, como una consecuencia establecida por la caída, como espíritus desterrados, en la segunda época de la Tierra, que vienen a este mundo por causa de su carga y peso, definida bíblicamente como aguijón de muerte, puesto que tal carga por incumplimiento, obliga al espíritu humano a encarnar de nuevo, para seguir ejecutando su regeneración y salvación, esta vez por medio de la procreación.
El sexo, desde el punto de vista de la paternidad universal de las almas, solo atiende a la encarnación de los hijos de DIOS, enmarcado en la recomendación como mandato de “crecer y multiplicar”. Luego, cualquier Ley establecida por los hombres en detrimento de tal mandato esta fuera de la Ley Divina.
Y dado que este mundo de destierro debe pasar a otra fase de progreso, con el Juicio de mayorías, para un Nuevo Cielo y Una Nueva Tierra, visto con el cierre de la muralla atmosférica en su momento, para que no vengan a encarnar nuevos espíritus desterrados, y solamente encarnen los que están en el ámbito espacial entre la muralla atmosférica y la Tierra. Por eso tuvo que venir el Hijo Eterno, para la culminación de redención humana; pero la sociedad en general todavía no está a la altura de tal designio, en los albores del siglo XXI. Pues en el seno de las Iglesias Cristianas sí deberían plantearse el establecer Leyes en el orden de la Paternidad de las almas, en forma unificada.
La procreación se inició en la actual 2ª Época de la Tierra, con el sexo dividido; Puesto que en la 1ª Época, definida como paraíso, el sexo no existía, y no fué asumido como reajuste redentor. Y al pasar a la segunda época con el disfrute del sexo, se tuvo que condonar el tener que “vivir con el llamado sudor de la frente, que también es el de la mente”, como don facultativo, asumiendo la procreación como “mandato de Ley natural establecida”.
Por lo cual es preciso, dada tal “circunstancia de Ley”, asumir los roles concadenados uniendo la Paternidad reconocida de las almas, con la Fraternidad Universal de los hombres, sin hacer acepciones dentro de las diferencias dadas en el nacimiento. Por eso es preciso dentro del mandato original de “amar a DIOS y al prójimo” que los espíritus encarnantes puedan desarrollarse, cubriendo la sociedad sus necesidades básicas de vida sin diferencias sociales, como impuesto común: Porque DIOS, EL Padre, cuando crea a sus hijos los dota a todos sin distinción, con las mismas posibilidades facultativas. (Ver mensaje 15 y 16).
Por eso las reivindicaciones de la libertad sexual en cuanto al aborto, son una falta de Ley espiritual; pues aunque las Leyes humanas lo hagan legal, no es un derecho según la Ley del Espíritu, aunque sea una opción y decisión humana en base al libre albedrío. Pues cualquier embarazo debería seguir su curso legal apoyado por la sociedad, visto desde el punto de vista de la Paternidad de las almas. Aunque en la sociedad actual se hace difícil dadas las interconexiones políticas y económicas fuera de la legalidad.
Y si las cabezas dirigentes de las Iglesias dominantes no se ponen en acorde con el Regentador Espiritual del mundo, el Cristo, asumiendo los puntos básicos como exégesis de trabajo, para ir subiendo como primicia de conjunto, no se podrá equilibrar la balanza, y la natalidad, asumida como Paternidad Universal de las almas, se verá cercenada para los espíritus desterrados que esperan reencarnar, por la división materialista imperante. Por lo cual, con el desacuerdo de unidad conjunta, no digan los líderes religiosos que cumplen con la Fraternidad Universal de Cristo.
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