Como faros encendidos tienes que ser, hermano, que ya conoces la Ley, para guiar a tu hermano por el camino del bien; pero estate muy alerta de no dar un mal ejemplo, porque tiras por tierra esta doctrina cristiana. Si no practicas lo que les dices no te escucharán porque no les das buena lección y es tu deber ser infatigable sembrador para que salga a flote lo antes posible el fruto de tu sembrado, que es abrir esas mentes tan cerradas a saber lo mucho que viene después de la muerte y que es tu deber de hacerlo como lo hicieron contigo, cuando también ibas a ciegas. Háblales con amor, sin imposición, piensa que un árbol viejo no se arranca como una hierba, cuesta trabajo y algo de tiempo, porque los hay con raíces muy cogidas a la tierra y estas cuestan más; diles que les esperan vidas mejores si saben cumplir el precepto de amor, que es el que en esos mundos practican los que allí moran; esa es la Caridad que constantemente tu deber es hacer y todos unidos con la misma fe habéis de ir, para que puedan ver claro estas almas que creen que nada más hay un destierro y es porque no han meditado en la Grandeza del Padre Creador, para crear un destierro y traernos sin causa de antemano cometida; por eso esta doctrina da ánimos y consuelo al que sufre y da enseñanza al que ve que se le va la vida.
Como amantes de lo desconocido para vosotros, estad alerta que tal vez podáis ver en cualquier momento lo que para vosotros fue hasta el presente desconocido; pero tú no sabes que la fe da vuelta a las montañas, que quiere decir, que lo que para ti ayer era una duda, hoy es una realidad que te ha hecho ver claro lo desconocido hasta este momento. Dios, a todos sus hijos trata por igual y a cada uno da lo que merece por sus hechos; por tanto, el que cardos siembra, pinchos recogerá, y el que siembra trigo, pan comerá. Este es el refrán que cuadra a esta lección.
Tú ignoras tu misión a cumplir, el camino que has de recorrer en el tiempo que aquí has de permanecer; así que te aconsejo que vayas abrigado para soportar las inclemencias del tiempo y no te cojan desprovisto. Estas inclemencias son para tu alma cuando abandona tu cuerpo, todo aquello que pudo haber hecho a favor de sus hermanos y no lo hizo.
Sigue tu camino, espíritu desterrado, y cumple tu misión por dura que sea, que a eso has venido y tú recibirás el premio como un colegial que saca brillantes notas. Ten presente que a los ojos de los hombres se les escapan cosas materiales, pero a las de Dios nada queda olvidado; todas las tendrás presentes en el Libro de la Vida cuando tu materia dejes. Por lo tanto, lo que de bueno hagas y el amor que repartas a tus hermanos te lo haces a ti, como lo malo también lo tendrás presente el día que seas juzgado.
Cuánto adelantarías si supieras pensar en tus semejantes antes de obrar, o bien ponerte en su lugar, y esto se consigue escuchando la voz de tu conciencia que tan claro te avisa cuando no vas acertado en tu modo de proceder. Esta es la clave para no equivocarse.
Obra siempre según causa, da a cada uno lo que pueda por él solo sostener, y no pretendas dar más carga de la que pueda llevar que todo se vendrá a tierra.
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