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16 Mensaje 16

  Apagad el fuego de las pasiones y encended el del interno, que cada uno lleva dentro de sí. Este fuego es el que enciende el deseo de saber e indagar en lo espiritual, que enseña como hay que comportarse, sobre todo cuando la situación le es adversa al hombre, cuando ese tiempo que un día le sonrió se ha vuelto hostil, y los días que transcurrieron serenos aparecen de momento con densas y oscuras nubes. Para unos lo es hoy, para otros tal vez será mañana. El dolor, hermanos, no es caprichoso, sino que va posándose, cuándo y donde le marca el tiempo que queda al descubierto en el transcurso de una vida más o menos larga.

   El dolor es un medio de meditación para el hombre, en su propio presente, porque en los momentos que hace presa ya no interesa la vida mundana, ni se concede a ésta la misma importancia. El hombre busca y anhela algo desconocido hasta el momento, pero a pesar de no saber a punto fijo en qué consiste, presiente que existe algo más allá de este presente.

   Hay lucha constante entre los humanos por diferentes causas. ¿En qué consiste este malestar? En que todos creen ser superiores a los demás. ¿Con qué derechos lo creen? Con los del «orgullo y egoísmo». Estudiad el origen del desacuerdo entre unos y otros, y siempre «los hallaréis». Cuando no hay cordialidad sincera entre los hombres, «ellos» son la causa sin lugar a dudas. He aquí por qué no se comprenden unos y otros la mayor parte de las veces, a pesar de creer que todos llevan la razón.

   Dejad rencores y agravios como si fuesen cuentas pagadas, y preparados estaréis para pasar a otra esfera más depurada y limpia. ¿Qué os parecería si cuando higienizados estáis por haber hecho una limpieza en vuestra materia, os pusieran en un ambiente viciado y sucio. No os encontraríais a gusto, sino que más bien estaríais deseosos de salir de allí. Esto mismo les sucede a cuantos hermanos libres han alcanzado por su cumplimiento un punto de elevación.

   El Padre tiene moradas adecuadas para que las habiten sus hijos según sea su grado de elevación, separando las categorías de los espíritus por sus grados de Luz. Por esto, los que cumplen las Leyes de Dios no tienen necesidad de volver a la Tierra, sino que pasan a otro mundo más elevado. En cada reencarnación se prosigue la selección, para separar lo puro de lo impuro, los más espiritualizados de los materializados.

   Cuanto al Padre pertenece, todo es Orden, todo es Amor y Justicia. Para acercarse a EL, es preciso dejar lo que a la Tierra pertenece y así poder coger otros atuendos más delicados y sutiles, propios de los mundos de elevación. Analizad por vosotros mismos cuales serán los que habréis de usar. ¿Acaso los hombres no se visten con las mejores galas cuando tratan de acercarse a quien se le llama una personalidad en la Tierra? ¿Acaso no sentirá el mismo respeto el espíritu, y procurará despojarse de materia cuando trate de acercarse a esa GRAN POTENCIA CREADORA? Lleno de Amor es un espíritu cuando se acerca al Padre, por no existir materia en las esferas que va alcanzando. Son cual filtros cada vez más finos, para que cuando llegue esta vitalidad a su punto de origen, esté completamente purificada.

   No puede ascender el ser desterrado hasta no haber pasado por el aprendizaje que requiere observancia, voluntad y constancia. Y no siempre lo consigue en una sola encarnación; por eso ha de volver otra vez a terminar de quitarse los residuos calcinados que aún conserva. Una gran voluntad tiene el hombre cuando está su cuerpo enfermo, vedándole lo que no le va bien para que sane y no sucumba en la llamada muerte. En lo referente al alma debéis hacer lo mismo: procurad no darle lo que la pueda enfermar. Resolver este dilema es cosa de cada uno, así como el cumplimiento, que nadie lo puede hacer por otro.

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