Libre Albedrío, Voluntad, Conciencia y responsabilidad
El ser humano con su libre albedrío, tiene la libertad de acción y de conciencia, siendo esta su riqueza genuina, puesto que tal libertad o libre albedrío como concesión en el tiempo, es lo que nos da la absoluta responsabilidad de todas nuestras propias acciones sin mandados externos. Por eso debemos de tener gran cuidado que la mente no nos engañe con argumentos que roben o sojuzguen tal libertad, puesto que la mente, como vehículo de expresión, no es impositivo ni argumentativo en su intrínseca naturaleza. No obstante puede ser movida como vehículo tanto por una tendencia u otra sin distinción.
Por tanto podemos decir, que la mente en sí es el vehículo perfecto a través del cual se crea el pensamiento, y según sea su conductor así el vehículo responderá con el bagaje que tenga a su disposición. Mas, cuando el Vacío mental es el que da la respuesta, su acción derivada está en orden de equilibrio psicofísico. Como así mismo, el equilibrio emocional y filosófico sobre la realidad estructural del ser, nos pone en el buen camino de nuestro desarrollo psicofísico. Progreso que a todos alcanza cuando se pone una buena voluntad en la conciencia.
La voluntad en esencia es una fuerza neutra o indeterminada, que hay que saber dirigir con acierto. Para ello tenemos el libre albedrío, como adjetivo de la voluntad, que la califica y determina. Ahora bien: ¿cuál es en esencia el primer factor determinante para que la voluntad se mueva en un sentido u otro? Llegados a este punto no tenemos más opción que llegar a la máxima consecuencia como orden interno genuinamente existencial, y su acción se expresa como conciencia natural: Siendo el primer toque de conciencia el válido como moral natural, cuando vamos a accionar hacia o en relación al prójimo. No obstante, como existen y coexisten en el ser humano las dos esencias, tendencias o fuerzas en lucha como condición de creación pero complementarias como desarrollo del ser, es preciso el trabajar la esencia con tendencia egoica, para dar paso a la esencia con tendencia amorosa, y pueda germinar el Amor Universal como exponente máximo de realización:
Para tal resolución el ser humano encarnado, o sea manifestado en un cuerpo físico, tiene como reflejo físico dos sensaciones en su orden psicofísico, siendo tales sensaciones el remordimiento y la satisfacción naturales, según sea nuestro obrar: manifestándose estas como Ley en todo ser humano sin excepción. Otra cosa es que las visualicemos, las observemos, les hagamos caso o no. Ya que estas sensaciones avalan las dos tendencias opuestas complementarias. Ahora bien, cuando se generan psicosis colectivas, bien sea por reacciones, temores u otros, tales sensaciones quedan en gran parte anuladas. Pero en cuanto se aplica la fórmula universal del amor en sus dos fases de acción consciente como son: El no hacer a los demás lo que no nos gustaría nos hiciesen a nosotros (primera fase de acción consciente). Y el hacer con todos como nos gustaría nos hiciesen a nosotros en igualdad de circunstancias (segunda fase de acción consciente), automáticamente volvemos en posesión de la sensibilidad del alma, que es amor.
Por eso podemos decir: conciencia limpia inteligencia clara. Puesto que, si de principio como seres creados no tuviéramos nada que trabajar, vencer o regenerar, no tendríamos ningún mérito en nuestro desarrollo puesto que no existiría tal. Es decir, el ser humano en su estado de vida y ambiente social materializado en que vive, es movido por la tendencia egoica y en orden con su desarrollo, cosa que debe de observar, para efectuar el equilibrio de fuerzas primeramente y estar atento cuando vaya a efectuar algún movimiento que a el mismo no le gustara le hiciesen, pues ahí es donde el primer toque de conciencia natural surge.
Pues como se ha dicho, cuando el humano-ser decide cometer una acción que no ha en orden con el amor, el primer toque de conciencia siempre es originado por la tendencia hacia el amor; mas si dejamos que la mente sea manipulada por la tendencia contraria, entra en acción con excusas, justificaciones e intereses de toda índole, y la tendencia egoica con su orgullo, egoísmo y vanidad, entra en juego y va ganando terreno, se va apoderando de la voluntad utilizando la mente para entrar en su acción.
Cuando el ser humano no está atento y en meditación para descubrir el juego de la mente apoderada por la tendencia egoica, entonces tal tendencia egoica toma preponderancia para mover la voluntad en base al libre albedrío, utilizando la mente en el sentido materializador, haciendo en cuanto al prójimo se refiere, lo que no le gustaría le hiciesen a él mismo, definiéndolo vulgarmente como acción contaminada.
Por otra parte, la comprensión sobre la conciencia nos aporta una visión interdependiente entre la parte y el Todo. Cada parte participa de la Conciencia del Todo, por estar el Todo en cada parte reflejándose en ella. Y el ser humano como partícipe de su propia evolución, debe de asumir, comprender y trabajar con su conciencia natural como semejanza, con los estados periféricos adquiridos como capas o velos, por la absorción de materia sutil en sus procesos de prueba y descenso, originando los llamados estados de conciencia, en orden con el estado evolutivo del ser.
Cuando la conciencia periférica es densa, y aunque todos los humanos oyen los toques de conciencia natural, la fuerza orgullosa y egoísta materializadora de los estados periféricos, que son las capas de materia sutil que envuelven al alma, tapando los oídos esenciales, desvirtúan el sentido de la verdad como sensación y toque, y les obliga en muchos casos a atropellar por todo.
Si bien podemos decir que el alma es la conciencia por estar la conciencia en el alma, la evolución de la conciencia en el ser humano se realiza por el ejercicio del amor al prójimo con renuncia, sacrificio y cooperación, y la meditación en el descubrimiento de sus estados mentales o estados de conciencia. Y con su propia Luz como orden interno, ir disipando su oscuridad con su estado de conciencia dual.
En este plano de vida en el que nos encontramos, como máximo mundo de descenso en la creación, la conciencia debe prepararse para iniciar el recorrido a la inversa, trabajar para disolver y desprender los agregados de materia originarios de sus «estados de conciencia periféricos», con los los velos del alma, «son producidos» porque cada capa tiene un color, una vibración, un pensar y un sentir, y cuantas mas capas, (con un máximo de siete, semejante a las siete capas que componen la piel humana), el estado de conciencia por ende también es mas denso, y cuantas menos capas el estado de conciencia es más sutil y elevado, o sea más consciente.
Resumiendo podemos sintetizar, de que el ser humano se mueve en muchos casos, unas veces movido por la tendencia egoica con sus estados de conciencia periféricos, incrementados por la cultura social, tanto religiosa, sociopolítica, étnica, etc., llegando incluso a inmolarse en aras a una creencia o cultura condicionante como conciencia periférica adquirida, sin permitir que el orden interno del individuo como expresión universal y eterna, se manifieste como nivel regulador y balanza de justicia por su justo equilibrio.
Por lo cual, el ser humano como participante social y en convivencia con lo diverso, por una parte puede asumir el legado histórico y cultural como agregado a su conciencia periférica. Y por otra parte el estar desintificado, o sea desapasionado al mismo tiempo de todo ello, como participante universal en su orden interno, más allá de todo estado de conciencia periférico.
En estos cuatro aspectos básicos en el ser humano, como son: Libre albedrío; Voluntad; Conciencia y responsabilidad, en su existir existente corporal, están involucradas todas sus acciones naturales llevadas a cabo en su absoluta responsabilidad. Y según sea su atención meditativa y el sentido de su voluntad en el desarrollo de su orden interno, así será su desenlace posterior dentro de su eternidad hacia lo infinito.
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