El ser humano en este mundo, en el que está aprendiendo y filosofando según sus necesidades, su espíritu-ser, necesita unos vehículos o cuerpos fluídicos imprescindibles, tanto para efectuar su encarnación como su desarrollo de vida; que se encuentran englobados formando lo que podemos denominar el periespíritu, como cuerpo fluídico que envuelve al espíritu reencarnante, (semejante al perispermo en algunas plantas) y también para permitirnos experimentar por medio de los sentidos físicos,«deseos, sensaciones, emociones, sentimientos y pasiones», y que de alguna manera también, condicionan muchas veces nuestros pensamientos y opiniones por estar identificados con todos «ellos», que solo son pasajeros; puesto que, ni el ser hombre o mujer, ni el tener una figura más o menos atractiva, ni los resultados condicionantes por nuestra Ley de causa y efecto a la que estamos sujetos, deben de condicionar nuestros criterios en la vida. Debemos mantenernos en el pensamiento de que no somos esas naturalezas o vehículos de manifestación y desarrollo, pues solamente somos un alma que es la que mantiene la semejanza con nuestro Creador, lo Eterno.
Para poner un ejemplo del papel que representa el periespíritu en el desarrollo del ser, lo podemos ver a semejanza en el estado de gestación del cuerpo, con la placenta. La placenta en el momento de la gestación es un vehículo muy importante e imprescindible para el desarrollo inicial del cuerpo humano. Pero llegado el momento de dar a luz, cuando la criatura sale al exterior, la placenta que era el vehículo o envoltura de desarrollo, se desecha por no ser útil. A semejanza también, el espíritu-ser o hijo de Dios, según va dando a Luz, por dar a semejanza de una semilla, la esencia de su propia esencia, también va transformando su naturaleza emocional, y mental personal, como vehículos que le sirven en sus procesos de desarrollo, lo que podemos definir como el yo personal, junto con el cuerpo físico, que lo toma en cada encarnación. Y el Yo divino, representado por la Luz del Alma, en transformación a su segunda semejanza con su potencia de Luz: Puesto que la primera semejanza es cuando es creada, y la segunda semejanza cuando ya ha efectuado sus procesos de desarrollo por la pluralidad de mundos, y vuelve a su origen Creador, a la Casa Paterna.
El espíritu-ser cuando es formado y creado con la semejanza de Luz del Creador, con su primera semejanza, inicia su recorrido con la pureza de su perfección, para efectuar su desarrollo y obtención de su segunda semejanza, dando la perfección de su pureza. DIOS es lo mismo Amor y Justicia tanto para los espíritus encarnados que para los libres, a todos por SU Ley, da igualmente lo que ganan. El espíritu es la imagen de DIOS cuando es creado, y vuelve a serlo en potencia de Luz cuando ha efectuado su desarrollo cumpliendo SU Mandato implícito en la Luz del alma. Pues siendo el espíritu-ser creado de materia imponderable y dotado de una chispa de Luz Divina, esta debe trabajar hasta vencer a la materia que le domina, por cuyo dominio pierde la forma, mejor dicho, la figura primitiva.
Tomando como base de investigación la semilla, por servir esta de ejemplo intermedio entre el Creador y lo creado, tenemos: La semilla para su fructificar, debe de ponerse en estado de transformación, o sea efectuar la encarnación de su esencia, y con esta sus procesos de vida, y llegado su momento, dar el producto de su esencia interna de interno a externo, como mente de unidad pensante con su inteligencia y voluntad, efectuando el trabajo para lo que ha sido creada: Así también el ser humano debe de efectuar lo mismo a semejanza, para dar a Luz como producto de su vida interna, con su inteligencia, mente y voluntad.
El Padre nos ha dotado de vida semejante a su Amor, para que todo lo podamos percibir; de aquí viene que todo represente a Uno mismo, por ser todo de Uno; cual todos y todo lo imita (por Ley de creación), por ser semejanza de SU igual tanto en el nacer, crecer y crear, para que con la procreación de SU creación, siga la creación a SU imitación, siendo diferente todo, pero no DIOS, por ser quien da la vida a todo y a todos, dándonos el saber de SU saber dentro de SU Ley, que si ponemos en nuestra mente a una semilla en su proceso de desarrollo veremos que, visto está en lo externo como fructificación o reproducción, pasando por lo interno, o sea por el interno de la planta o unidad. Y dar lo externo para el interno, porque al manifestarse la esencia de interno a externo siempre lo hace a través del fruto como cuerpo de unidad. Por lo tanto la esencia siempre queda al interno. Y su interno como poder de Dios para el externo, ya que dicha es la palabra, El en mí y yo con EL.
A semejanza del complemento trinitario de inteligencia, mente y voluntad, también en todo proceso mental humano, están involucrados los tres llamados mundos paralelos, simbólicamente hablando, a saber: el MUNDO INVISIBLE, el que todavía no se ha manifestado. El mundo INVISIBLE- VISIBLE, el que se ha hecho ya visible en la mente, pero todavía no se ha manifestado externamente (este es el mundo intermedio). Y el mundo VISIBLE el que ya de alguna manera se ha manifestado al externo como visible tangible. Por lo tanto, estos tres mundos trabajando en conjunto, pasan del uno al otro: del mundo INVISIBLE, al INVISIBLE- VISIBLE, y de este al VISIBLE. Por lo que no es posible que del mundo INVISIBLE se pase directamente al VISIBLE, sin haber pasado anteriormente por el mundo intermedio o de la mente, el INVISIBLE- VISIBLE. Este planteamiento trinitario lo podemos también comprobar, como tres estados de manifestación en el ser, a saber: inconsciente; semiconsciente o subconsciente, y consciente.
También lo podemos plantear como complemento trinitario de desarrollo de otra manera: como los tres estados de la vida: El estado LATENTE; el estado de EMBRIÓN, y el estado de VIDA, como aspectos de desarrollo según procesos, visto y comprobado también en la semilla.
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