Este mensaje ha surgido a consecuencia de una petición que se hizo, sobre como se debe de tratar a un adolescente: Y como quiera que no había ningún mensaje a este respecto, bien vale la sugerencia para la exposición de una serie de puntos preliminares como acervo del Espíritu de Verdad a través de los tiempos; y como compendio y aportación a la información ya existente, pueda servir como complemento a tal magna responsabilidad en el tema educacional:
Primeramente deberíamos establecer qué entendemos por adolescente, indicándonos este vocablo de adoles-C-ente, que es un ente que adolece, dada su condición corporal en desarrollo, por lo que necesita la C de Caridad, teniendo en cuenta que en el trato siempre va implícita una forma de enseñanza, puesto que al mismo tiempo se enseña lo que uno es, o dice. Y si bien la adolescencia nos marca una fase posterior a la infancia, aquí lo trataremos como corresponde desde la infancia, puesto que, desde que el espíritu-ser-humano encarnado, como infante empieza a indagar y preguntar, se inicia el trato y la relación de sus padres como mentores, que la vida le-s ha puesto, que son los que tienen la obligación de cumplir bien, puesto que fueron impulsados por la Suprema Ley de evolución, y no deben negarles el amplio sentido de cooperación orientadora, por haber nacido bajo su férula, evitando de esta manera unos eslabonamientos dolorosos que les enlacen en futuras existencias:
Por eso mismo es importante el comprender, que estamos tratando con espíritus, y por lo tanto hermanos nuestros, independientemente de la ascendencia familiar; es decir, no hay que tratar a los hijos o vástagos familiares en desarrollo, como si fueran una posesión más, sino como espíritus o almas hermanos nuestros en todos los órdenes, con los que estamos enlazados, o que nos pusieron para que ejerciéramos con ellos el Atributo de Caridad en esencia, primeramente proporcionándoles un cuerpo físico, y después atendiéndoles en su aspecto educacional, al nivel en el desarrollo de sus órganos materiales.
Solamente el esmero y el buen trato, serán los mejores aliados en el campo educacional, para con los niños que van en desarrollo, y que deben tener al mismo tiempo, el conocimiento practico de las circunstancias presentes: de lo contrario, más tarde nunca aceptarán sus errores ni reconocerán los derechos de sus semejantes. Pues son los padres en su función, los mejores preparados por quienes le dieron parte de la vida. Y en el supuesto de que no se consideren suficientemente preparados, los ejemplos de buenas acciones será el mejor consejo como ejemplo, y no habrá niño reacio que se niegue a imitar lo que en sus padres vio hacer; mas si los niños demuestran mala inclinación en su proceder, porque han mal aprendido del medio circundante, los padres están obligados a rectificar sus actos, para no distorsionar el medio ambiente en el que viven y entre sus seres más queridos.
Si bien es verdad que ya desde muy corta edad, los espíritus-seres-humanos encarnados, en su función inicial pueden variar de unos a otros en su manera de comportarse, y según el nivel alcanzado en sus sucesivas existencias, y habida cuenta que en algunos su condición natural puede estar incrementado por una facultad psíquica mediúmnica, no obstante aquí se trata el asunto de forma genérica, puesto que, solamente un experto mentor desarrollado espiritualmente, puede ver y tratar tales facultades en desarrollo.
Nunca los padres deben contestar con evasivas, ni crear barreras de incomprensión entre sus hijos, porque más tarde estas serán infranqueables, pues no solo dando azotes a los niños se les hiere, sino que son lastimados en sus sentimientos al no prestarles la atención debida. Porque, cuando el niño pregunta, está ejerciendo el principio de su raciocinio, preparándose para digerir cosas mayores. Toda palabra en su configuración tanto si está impregnada de una gran verdad como si se trata de una mentira, está constituida por una onda vibrante, que se hace sonora al oído físico, y será sentida por su vibración; y por esa misma razón nunca se debe pronunciar mentira a los oídos de los hijos, porque siendo ellos tan sensibles, captan la falsedad cuando tratan de engañarles.
La sensibilidad el niño es uno de los más preciados dones con que la sabiduría del Creador les ha dotado para protegerles en el medio hostil del Mundo donde las Leyes de Causa les ha traído; siendo ese mismo estado supersensible, el que les permite registrar psíquicamente cuanto les rodea: bien suscitándoles la desconfianza sobre el mal que aun desconocen, pero que está latente por doquier; o también, ésta les advierte, la presencia de gentes extrañas nada simpáticas a la vibración de ellos mismos. Porque lo que un adulto tiene de experiencia práctica ganada a base de dolor y decepciones, el niño tiene el conocimiento preclaro de las cosas, por su mismo sentido de captación no atrofiado todavía. Y aun cuando ellos no pronuncien sus primeros balbuceos saben comprender y sentir los estados violentos que suscitan en el hogar sus mismos progenitores.
En el hogar el niño deber ser visto como un ser normal, sin que se le considere como algo excepcional que necesita la atención de todo el núcleo familiar. Por tanto, hay que dejarles que desarrollen su propia iniciativa. O sea, no considerarlos como seres únicos, o inútiles, sino dejarlos que tomen el lugar que les corresponde: pero cuando por su impericia cometan una falta, hacerlo saber utilizando la palabra suave pero convincente; explicándoles que es necesario siempre el actuar bien.
La palabra pronunciada con tenacidad, se constituye en un núcleo de vibraciones magnético sonoras que se adhieren al cuerpo astral de las criaturas, y una vez que la psiquis absorbe esa vibración positiva, la idea pasa a grabarse en la Memoria, para después hacer jurisprundencia de razón, en el cerebro que concretiza la idea.
El infante hasta los siete años, conserva la supersensibilidad, modificándose en cierta forma cuando ha cumplido los catorce años; edad en que se transformará en un joven deseoso de nuevos objetivos. Siendo entonces, cuando toca a los padres auxiliarles más concretamente en esa difícil andadura, respetando siempre su deseo vocacional, y no distorsionarlo en ninguna forma, por creer que no vaya a tono con lo que los padres quieren para él, por eso mismo, nunca deben ocultar su situación económica por precaria que sea, pues les toca razonar con claridad, y hablar de la Verdad del momento en que viven, sin considerarlo denigrante, y sin intentar soslayarlo con una apariencia engañosa, sino más bien con sentido práctico, organizar la vida con sencillez, lejos de prejuicios complicados y sofisticados que empañan la mentalidad hasta deformarla. La vida es para efectuar la reivindicación álmica, no para sumergirse en los estados deprimentes creados por las conveniencias humanas.
Siendo los niños los pilares fuertes del mañana, deben ser orientados en la absoluta convicción del objetivo que les trae a la vida y con el cual cumplirán, porque ya vienen más evolucionados, y están manifestando su madurez. Erradiquémosles la idea común del Dios que castiga. Y que el Bien es una Ley que se especifica en hacerlo siempre, por el Bien mismo. Esta es la forma de sembrar directamente en el fértil surco de su entendimiento: Ellos vienen a cumplir sobre la Tierra, la misión que se han marcado. Ellos modificarán en el futuro, los manidos patrones actuales creados por las conveniencias sociales.
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